02 septiembre 2009

¿Pienso o existo?

Esa pecaminosa obsesión de querer leer el pensamiento de los demás es común a todos los que nos creemos capaces de razonar y generar pensamientos. Las motivaciones, sin embargo, pueden ser de lo más diversas: superficiales, profundas, solidarias, egoistas, resentidas, envidiosas, competitivas, paranóicas, etc. Pero no pretendo analizar ni los motivos ni el provecho, más o menos perverso, que se obtendría de poder hacerlo. Lo que me intriga sobre el pensamiento es otra cosa: ¿Se lee? ¿Se ve? ¿Se oye? ¿Se huele? ¿Se siente?, ¿es en color? ¿es un idioma? Al menos estoy segura de algo, no se toca. También me pregunto si mis pensamientos tendrán el sonido de mi voz, aunque no tengo la certeza de cuál es el verdadero sonido de mi voz (no suelo escucharme desde fuera)… Los sueños ¿Son pensamientos? (Yo una vez tuve uno subtitulado, lo soñé en V.O. de un idioma que en mi sueño no dominaba). Dudo, pienso y luego ¿existo o es a la inversa? ¿La vida es sueño y los sueños, sueños son? Tampoco tengo muy claro que se pueda dejar la mente en blanco ¿Acaso la nada es de color blanco? No, es nada… De la nada venimos, la nada no tiene principio ni fin ¿y los pensamientos? ¿Son segmentos? ¡Bah! Como suelen decir los viejos: (que ya no se sabe cuándo son viejos, porque hoy por hoy la abuela de Caperucita Roja, que se hubiera hecho un poco menos de cirugía que Isabel Preysler, tendría una casa rural con habitaciones para alquilar, gimnasio, spa y piscina, estaría liada con el cazador y el Lobo Feroz, capado y entrenado para posar ante los turistas, tendría una tripa de tomo y lomo) No somos nada.

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