04 abril 2010

Pienso... ¿Pa qué?

Hoy he decidido una vez más dejar de fumar. Tengo a mano (o mejor dicho entre mis dientes) un pitillo de plástico que no muevo de allí (un mondadientes sería demasiado hortera) que da el pego. Así lo comprobé cuando una empleada del Día (un poco despistada) al ver el humo de mi cigarrillo artificial me soltó: “Aquí no se puede fumar”; vale. A ella la engañó... ¿Y a mí? “Mentirme o no mentirme, hete aquí la cuestión”. ¿Realmente voy a dejar de fumar o es un farol? ¿Quiero dejar de fumar? Los bronquios los tengo hechos polvo y la voluntad… Ahí, ahí. “La vida es una lucha, dura y mucha”, solíamos decir con los descerebrados de mis veintes y teníamos razón. Mientras no tires la toalla durante el caminito ("...Que el tiempo ha dejado… del tango) sobrevivirás a desamores, lutos, decepciones, enfermedades, incertidumbres, traiciones, injusticias, injurias, indignidades, etc., con más o menos cicatrices (algunas son muy sexys). Arma de doble filo, el tabaco te ayuda a que no te pegues un tiro (o se lo pegues al resto) al tiempo que te mata con disimulo ¿Cuántas ostias (u hostias) aguantaremos durante nuestras vidas? Tras meditarlo superficialmente, intuyo que el límite está proporcionalmente ligado al tiempo que llevemos cargando con nuestras existencias y a lo comprometidos que estemos a participar en las mismas, a saber: A) Sabemos que estamos de paso, y apenas nos planteamos el asunto ja, ja, ji, ji. ¡A disfrutar que son dos días! B) Seguimos las reglas establecidas por la tradición, la familia, la Patria y/o Dios, y les hacemos caso a ellos C) Decidimos subirnos al trampolín y tirarnos de cabeza a vivir (en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte nos separe) lo que nos toque, lo que nos procuremos y lo que nos salga sin aditivos ni conservantes por muchas ostias que nos siga dando la life (para eso se inventaron las tiritas). Es duro comprometerse con los demás, pero es mucho más difícil comprometerse con uno mismo sin hacerse trampas (jo! qué bien me ha quedao). Y aquí entran en juego las cuatro palabritas que hoy se colaron sin permiso en mi cabeza y que pienso que como unas sanguijuelas viven, se justifican, se amparan y se alimentan las unas de las otras: miedo, dolor, impotencia y mentira… Son tan tramposas como la nicotina, igual de nocivas. Prefiero sentir a mirar para otro lado cuando te dejan KO (una vez más) sobre el cuadrilatero. Hoy he decidido prescindir de esas palabrejas. Hoy ya no fumo, gracias.

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