24 marzo 2013

Perros para adoptar y otros para abandonar en el desierto

Bubu, mi perrito murió, yo morí un poco con él y lo que podría haber contado en este blog se disolvió en el vacio y en el dolor. Pero la vida seguía y yo seguía a la vida, casi como una autómata. A veces, los pilotos automáticos que nos llevan, mientras no estamos, pueden llegar a manejarnos mejor que nosotros mismos. Odio los tópicos, pero es verdad de que la procesión va por dentro. Y entonces, esa vacante que Bubu dejó para que otro chucho desafortunado pudiera ser feliz, la ocupó Humberto (el de la foto) que estaba hecho polvo: conjuntivitis, ganglios inflamados, desnutrición y, sobre todo, falta de mimos. La pena por mi Bubu se fue transformando en cabreos varios y desesperación continuada a medida que este orejudo iba devorando literalmente mi casa: sofás, gafas, tapices, zapatos, libros irrecuperables. Pero ya no había marcha atrás, yo lo había traido a mi vida, él no me lo había pedido. Ahora, vamos tirando (bueno, él tira mucho más que yo, solo hay que ver lo difícil que es controlarle con la correa), es la felicidad hecha perro y los destrozos van disminuyendo.
Al mismo tiempo, otro chucho menos maltratado, pero muy faldero en todos los sentidos (equivocados), también entró en mi vida. Mariano Rajoy. En este caso, yo no lo había escogido y en realidad, entre todos los perros del mundo (sin querer ofender a los canes) jamás me hubiera fijado en él, nunca lo hubiera adoptado. Al igual que Humberto, éste también comenzó a destrozar todo lo que pillaba y no hablo solo sobre la Educación, la Sanidad, el Bienestar o la libertad de ser como se te canta respetando a los demás, sino que arrasó con todos los estandartes que mantienen "sana" una sociedad: el respeto y la credibilidad en el Gobierno (y el resto de los políticos) de un país.
A diferencia de lo que hizo Humberto, ya que compré nuevos sofás, gafas y zapatos (entre las miles de cosas que tuve que reponer) lo que Rajoy ha despedazado, llevará años restablecerlo. Y en contra de lo que ocurre con mi cachorro, que siendo un animal sin razonamiento demuestra mucha más vergüenza que él, a Rajoy no podemos educarle, no hay vacuna, bozal o collar de descargas que le haga entrar en razones.

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