14 octubre 2013

Mi São Paulo, nada que ver con el tuyo

Se supone que estoy en São Paulo, eso decía en la casilla correspondiente al aeropuerto de destino de mi billete de avión. Pero hasta el momento, he estado en alucinantes casas de revistas (no sé porque será), en un hotel repleto de millonarios, en el que una cervecita de ná costaba lo mismo que cinco cervecitas de ná como ella, en cualquier otro bar, y donde la gente me trataba como si yo fuera Carolina de Mónaco... Lo pasé super bien, estuve a punto de comprometerme con Ismael Cervantes de la Cierva (o algo así), un mexicano de la Fox que se enamoró de mí, en el trayecto de ascensor desde el piso 6 a Lobby. Lo nuestro fue breve pero intenso. Tuve que dejar el Fasano porque Naomi (Campbell) había reservado mi habitación... Un hotel en el que por cierto, estaba su amante, o ex, en una suite super super y super de lujo. ¿Quién? El hijo de Obiang, que tenía su puerta repleta de guardaespaldas. Pero eso aquí, según pude comprobar a través de los cristales ahumados del coche de uno de mis entrevistado, que según me dijo, su automóvil como es nuevo aún no estaba blindado, es absolutamente normal. Me refiero a los guardaespaldas y los agentes de seguridad, son como los semáforos, están por todas partes y en las puertas de todas las tiendas. Los guardaespaldas no sufren crisis de desempleo. Los niños, de otra de mis entrevistadas, van al mismo cole que el hijito o quizá hijita de Mick Jagger. Si por ejemplo, entran 10 niños, allí hay una reunión de 20 guardaespaldas, más el par que acompañan a la mami, más la pareja de papi. Es otra superpoblación. Además, hay moda expresa para bodywards: los que van con hijos de rockeros, visten de jean con agujeros y camisetas desteñidas; los del ejecutivo en plan ejecutivo y los de las mamis guapas, en plan ¡¡Uy, uy, uy que bueno que está ese garoto!! Como iba diciendo, creo que estoy en São Paulo lo intuyo porque hay mucha gente disfrazada de fanáticos de la Fórmula 1 y el aire huele a taller de coches.
Juro que no me volveré a quejar del aire contaminado de Madrid, en comparación con el paulista, es como el culito de un bebé al que le acaban de pasar un crema. Imagino que esa es la city, porque apenas se ve nada entre los rascacielos, que Nueva York o Atlanta lloren si pensaban que los suyos eran edificios de altos vuelos, que crecen como espárragos, uno al ladito del otro sin dejar ni medio milímetro de aire... Un jardim de buildings, algunos de muy buen gusto. Por donde íbamos: Bueno por aquello de que le tuve que dejar la habitación a Naomi, me vine a un barrio, que se parece más a lo que uno imagina que puede ser Brasil. Aunque por ejemplo, en la habitaciones de mi nuevo hotel, yo estoy en el piso 15, ideal si tuviera la intención de suicidarme, las ventanas, que tienen el cristal azul, por aquello del gato, para que no desentone, ¡NO SE PUEDEN ABRIR! por cuestiones de seguridad... Ni que el hombre araña se hubiera vuelto chorizo... Mi claustrofobia es total, hasta me asfixio si quiero fumar... I'm no disfrutar del mar. Hoy después de estar toda la semana haciendo reportajes, muy interesantes por cierto, la gente rica también es buena, amistosa y cariñosa, voy a meter la patita en São Paulo. Me voy a la feria de antiguedades y artesanías ¡No me lo puedo creer! Tras contar todo esto, sólo les pido que cuando regrese, nadie me pregunte si ví tal o cual monumento, mi Sao Paulo es personal, intransferible y maravilloso.

PD: Esto lo escribí hace muchos años y no sé porqué no lo publiqué ¿?

Ofertas y demandas en Lavapiés