05 octubre 2011

Un día raro...


Qué noticias tan raras las de hoy, y todas van de celebraciones. No sé su nombre, y supongo que nunca lo averiguaré. Llamémosla Gertrudis. Estaba de viaje en la Gran Manzana con su madre, el novio de ésta –los tres británicos- y una amiga australiana. Quería celebrar su 40 cumpleaños de una manera especial y se murió. Sólo ella, los otros tres vivirán el resto de sus existencias traumatizados. La idea era bonita: dar todos juntos una vuelta en helicóptero para ver desde otros ángulos el paisaje urbanístico de la ciudad de los rascacielos. Todo iba de perlas, imagino que además, como eran amigos de la familia del piloto, les habría hecho un precio especial. Según vi en las noticias, la breve cuarentona, no tuvo tiempo de acostumbrase a que ya no usaría más el tres para empezar a escribir su edad, era parecida a Susan Boyle -no sé si tenía una voz privilegiada- y estaba un poco más que rellenita. Cuando el avión cayó al East River, Gertrudis quedó atrapada en el interior del pájaro de metal. Ya se sabe, uno de los inconvenientes del exceso de peso, suponiendo que pueda tener algún beneficio, es la falta de agilidad. Se fue ahogando hasta llegar a los 15 metros de profundidad. En algunos periódicos hispanos, al escribir la noticia, mencionan a Paul J. Browne, portavoz del jefe de la policía de Nueva York y a tres testigos que tendrán tema de conversación para largo: Mike Pratley, el chófer de una limusina de Orange que estaba por ahí; a José Reyes, de 58 años y a Albert Respress, de 63 años, ambos porteros de edificios de la zona. De la víctima no dicen ni mu. ¡Qué injusticia! Gertrudis no pudo gozar ni cinco de los 15 minutos de gloria que inmortalizó Warhol, tras una muerte tan inoportuna. Salvando las distancias -cronológicas, geográficas, circunstanciales y todas las demás- me ha venido a la cabeza Alfonsina Storni. Ella también murió ahogada y, lamentablemente, me resulta más conocida por ese acabose tan trágico, y por la maravillosa canción que cantaba Mercedes Sosa, que por su obra... De hecho creo que no he leído nada suyo (¡Upss!, pero no debo ser la única). El tema es que la poetisa argentina (que por cierto, había nacido en Suiza), que cortó su relación con la vida a los 46 años, sí dejó escrito en una nota en la que ponía: “Gracias, adiós. No me olviden”. Y yo no la olvido, pero me pregunto qué hubiera escrito Gertrudis de saber que los 40 eran su final de trayecto. Otra de las noticias de hoy es que también falleció María Dolores a sus 51 años, a causa de otra muerte forzada, como sacada de fuera del guión. Ella, a la que al menos le mencionan el nombre, había ido a pasárselo bien a la fiesta de La Suelta del Perro Maldito, en un pueblo de Gran Canarias. Nadie imaginaba que allí, en pleno jolgorio de la muchedumbre, a un actor disfrazado y con zancos se le incendiaría el traje. Hubo 33 heridos, pero lo de María Dolores fue más grave. Se le cayó encima un trozo de material ardiendo. Sufrió quemaduras en el 80% de su cuerpo y se la llevaron lo más rápido que pudieron al hospital. Estuvo internada hasta hoy. En este caso, salvando las distancias -cronológicas, geográficas, circunstanciales y todas las demás- me ha venido a la cabeza Kill Bill, aunque aquí no hubo ni asesinato (eso debería entenderlo bien el pobre hombre convertido en antorcha humana con el que se inició todo), ni un David Carradine vengativo, ni boda ni una Uma Thurman que se recuperara milagrosamente, pero sí un festejo. Me pregunto qué hubiera escrito María Dolores de saber que hoy era su último día. Y para acabar, la última noticia de hoy, la gran noticia y sin tragedias (o si las hay, no han trascendido): la boda de la duquesa de Alba. Otra fiesta y un interrogante gigante: ¿Para qué?... Algo me dice que a doña Cayetana le gusta tener siempre la última palabra, contra viento, fuego y marea. Ella que dice y hace lo que le apetece en todo momento, es claramente de esa clase de personas que no necesitarán dejar una nota.

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