17 mayo 2009

Fecha de caducidad

"Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina. tengo que comprender no es eterna la vida, el llanto de la risa allí termina. Creías que el amor no tenia medida, o dejas de querer, tal vez a otra mujer. Y olvide aquello que una vez pensaba que nunca acabaría, nunca acabaría pero sin embargo termino. Todo me demuestra que al final de cuenta termino cada día, empiezo cada día pensando en mañana, fracaso hoy… "

Así comenzaba una canción de 1969, escrita e interpretada por un grupo argentino que, a falta de ninguna idea más original para el nombre de su banda, optaron por “Vox Dei” (o sea, la Voz de Dios). Todo esto viene a cuento tras protagonizar un momento tan trascendental -especialmente en domingo, cuando alejarse del sofá es una gran muestra de valentía- como es tener que decidir el destino de un yogur caducado hace dos días. A lo largo de mi existencia he llegado a la conclusión de que la vida trata básicamente de tomar decisiones. Elijas A, B ó C, va a suceder lo que tenga que ocurrir exactamente cuando ocurra. El tiempo dirá si lo que has hecho ha sido una buena o una mala elección. Retomando la historia del, digamos Danone, hay varias opciones: Comerlo y sentir que uno juega a una especie de Ruleta Rusa light; tirarlo al cubo de basura con cierta mala conciencia por lo feliz que podrías hacer a alguien que no tiene qué comer; dárselo a tu perro “total con todas las porquerías que come por ahí…” o dejarlo en la nevera, porque con este sol, hoy no estamos para conflictos ya, cuando tengamos las ideas más claras, haremos lo que haga falta, aunque para entonces, quizá sea el lácteo, todo lleno de moho, el que haya decidido su propio destino. ¿Qué tiene que la canción de Vox Dei con la historia de un yogur en vías de extinción? sobre todo cuando todo el mundo está aterrorizado con la crisis, sencillo:

LA FECHA DE CADUCIDAD. “Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina”. El error en que solemos caer el 99,9% de los seres humanos –quizá por pura envidia de no tener una fecha de caducidad garantizada, al no ser industriales- es no aceptar la frontera entre lo que fue y lo que ya no es. Me refiero a nuestra relación con TODO: infancia, adolescencia, amor, amistad, trabajo, mentiras, buenos propósitos, paciencia, esperanza y por supuesto con nosotros mismos. Tratar de prolongar artificialmente lo que ya no es recuperable es sólo un ejercicio de masoquismo. Creo que por ser domingo, me afilio al club de Serrat que en 1983 cantaba: Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti. Dale el día libre a la experiencia para comenzar, y recíbelo como si fuera fiesta de guardar. No consientas que se esfume, asómate y consume la vida a granel. Hoy puede ser un gran día, duro con él. Hoy puede ser un gran día donde todo está por descubrir, si lo empleas como el último que te toca vivir. Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol y no dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos. Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad. Hoy puede ser un gran día date una oportunidad. Hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar. Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti. No lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien. Hoy puede ser un gran día y mañana también. Hoy puede ser un gran día duro, duro, duro con él.

P.D.: El yogur caducado lo utilicé como compost para la tierra de mis tiestos.

08 mayo 2009

Tras los pasos de Frankeinstein

El otro día me enteré que la divina Elsa Pataky tiene ojos marrones y que lleva, desde… siempre, unas lentillas azules, las mismas que usa Paris Hilton que ¡Oh surprise! también tiene ojos pardos. Pero luego me contaron que ni la nariz, ni los pómulos, ni el mentón, ni los pechos que luce la actriz con toda naturalidad son los originales. Vamos, que entre lo que parió su mami y lo que es la chica en la actualidad, hay mil tratamientos y operaciones estéticas de distancia. Elsa Pataky podría ser perfectamente la hermana pequeña de Susan Boyle. Pero mientras esta última pretende enamorar al respetable, con el virtuosismo de su voz, la primera –cuyas artes interpretativas son cuestionables– pretende embelesarlo con un estudiadísimo diseño de packaging profesional. Ambas opciones son válidas. Discutibles serían otros casos. Por ejemplo, el de la española Naty Abascal, al igual que el del argentina Mirtha Legrand, que pretendiendo que sus fans crean que sus encantos se deben a la generosidad que la Madre Naturaleza ha tenido con ellas –y no a la conservación en formol- por si acaso, han hecho que sus hermanas mellizas pasen por los mismos cirujanos para que nadie ponga en duda la autenticidad de a sus ilusas imágenes. También se podrían poner en tela de juicio posturas como la de Miguel Bosé o Nicole Kidman, que siguiendo la estela del Dorian Gray de mi adorado Oscar Wilde, han intentado eternizarse en una determinada imagen de su carrera estelar y, a excesos de estiramientos y bótox, ya van por la vida como elaborados photoshops –sin gestos- andantes, vivitos y coleantes. Pobres, ni ellos son ya ellos. ¿No es un poco ridículo que se cree controvesia sobre la ética o moralidad del estudio de las células madres o la clonación?  ¿Qué ha sido de eso de que Dios nos hizo a su imagen y semejanza ? Ahora, los avances de la ciencia, en todas sus vertientes,  han convertido sus pretensiones de ser un modelo a imitar, en una más de las posibilidades más de la lista…  En 1818 Mary Shelley inventó a Víctor Frankestein que, a su vez, quiso inventar al hombre perfecto, o más o menos. El tiro le salió por la culata, ya que la criatura recauchutada con materiales humanos de segunda mano le quedó más fea que un sapo feo… ¡Qué tiempos aquellos!

Hoy por la mañana, recién levantada, tras quitarme las legañas y mientras me cepillaba los dientes, me encontré conmigo en el espejo y me alegré con mis ojos inchados, mis bolsas, mis arrugas, mis dientes con un esmalte nada radiante, mis asimetrías y todas esas imperfecciones  acordes con los avances de mi existencia. Son sólo mías e intransferibles porque, afortunadamente, estoy echa a mi propia imagen y semejanza.

Ofertas y demandas en Lavapiés