12 septiembre 2007

Cuando existía el tiempo de las ideas

Hubo un tiempo en el que las ideas eran entes emancipados. Existían y paseaban por los esquemas, como nosotros lo hacemos por las calles. Una de sus rasgos más destacados era su sociablidad. Si por ejemplo dos ideas vecinas se encontraban en el mercado, su lugar predilecto para adquirir incentivos, motivaciones e ilusiones frescas con las que alimentarse, se ponían a conversar la mar de tranquilas, ni el tiempo, ni las prisas las condicionaban. Era ese momento en el que intercambiaban novedades sobre la adquisición de los últimos conceptos de la semana y, por supuesto, cotilleban sobre lo que la idea Deseo había hecho o dejado de hacer, su satisfacción o su fracaso, o cómo la idea Boli se había enrollado con un súpertesis, cosas tan cotidianas como las nuestras. Al igual que los humanos, ellas también tenían sus virtudes y sus defectos. Lo mejor, su capacidad de renovación. Lo peor, la envidia, que ni bien las intoxicaba, hacia que se perdieran en la copia. Otras, al no poder superarla, se emborrachaban y, sin más, se desintegraban perdiéndose en la nada. Un día, su país fue asolado por una tormenta de competitividad. Todo se tornó muy grisáceo, y la Materia Gris se autoproclamó como la Reina de su comunidad. La evolución y las revoluciones que siguieron a tantos sucesos hizo que sólo las ideas realmente buenas dejaran huella y consiguieran un lugar en la historia.

1 comentario:

  1. Anónimo6:44 p. m.

    Me encanta como pensas, me encanta que pienses... yo no pienso...ergo no existo?

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