16 noviembre 2011

Y la cortisona tampoco te abandona

Desodorante Rexona. “Usando Rexona preservas la pureza del medio ambiente | No escapes de la verdad. Usa Rexona”. Agencia Lowe Limited, Vietnam


Estoy tomando cortisona porque mi doctora decidió que estaba demasiado sana para no estar enferma, así que me recetó una droga para solucionar el asunto. Ahora estoy enferma porque ya se sabe, en ocasiones es peor el remedio que la enfermedad. Sin embargo, para curarse (¿o curarme?) en salud, mi  neumóloga me recomendó que no leyera los efectos secundarios de la fantástica pastillita que promete alejarme de todos los males, una vez que me hunde en ellos. No lo he hecho. A veces, por puro instinto, soy obediente ya que últimamente me dedico a no leer por si enterarme de lo que ocurre (como en el caso de los corticoides) puede empeorar las cosas. Me declaro alérgica a los periódicos, cada vez más tendenciosos, manipuladores y desde luego, más desorientados en cuanto a su función y cómo rentabilizarla si se pudiera. Así que no sé qué dirá el detallado folleto de mi medicina respecto a sus efectos colaterales (Bush dixit), pero ya por pura praxis (que bien que queda está palabrita aquí) al zamparme mi dosis diaria intuyo e improviso un listado a mi antojo. Me duelen las fibras de los músculos, el esquema de mi aura, hasta las articulaciones de mis pestañas, el estómago, el hígado e incluso el aliento de la persona que pueda tener en frente. La cortisona, que te mantiene en un pésimo humor sin alteraciones, te impregna de un exceso de realidad. Veo a Rajoy, diciendo ahora, como si fuera una reinterpretación de un Felipe González menos carismático, que él y su partido son "el Cambio". El cambió ya fue, me digo confusa, su eslogan tendría que ser el Cambio del Cambio o, para resumir, el Recambio... Y del recambio nos vamos directamente al desguace, y allí me topo con el careto de Rubalcaba. Y su cara me suena, claro estuvo en casi todos los gobiernos en los que pudo estar (dicen que usa Rexona, que no le abandona). Al menos no nos habla de la "Palabra", como hacía Bigotes Aznar en otros tiempos, ni de la "Niñíta" que Mariano perdió de vista en las últimas elecciones. Pero el Larguirucho de la nariz roja, sí da un poquito de pena cuando parece mendigar los votos ("un votito por el amor al PSOE"). Los miro y no me fío ni de la izquierda, ni el de la derecha.  Sé que en el fondo a los dos les gustaría perder las elecciones... Y a mí me gustaría perderles de vista. También estoy segura de que ninguno de los dos está capacitado para poder dar un giro a las cosas. Ambos, perros viejos anquilosados en sus batallitas, son incapaces de ver que las reglas del juego en la sociedad ya no pueden ser las mismas. Parecen dos dinosaurios fosilizados en sus propias posturas, a los que seguramente les duelen las fibras de los músculos cerebrales, el esquema de sus partidos sin esquema, las articulaciones de sus convicciones ya caducas, el estómago, el hígado e incluso el aliento de la persona que puedan tener en frente en el Congreso. Si la cosa ya estaba tan mal, y España que yo sepa no toma cortisona, lo que se nos viene encima es uy, uy, uy. De los mini partiditos que pululan en torno a las urnas, mejor no decir nada por no llorar. Su brillo es más efímero que el de las luciérnagas que se quedaron sin Duracell. Los que ya estaban no han sabido ponerse las pilas para hacerlo mejor, y los que aparecen por primera, son demasiados inoquos y no han sabido llamar la atención. Desde luego no he leido ninguna propaganda electoral ni ningún programa, no me gusta que me llamen cándida crédula (por más que eso me rejuvenezca). El domingo voy a votar impulsada por los efectos de mi cortisona. La realidad me puede y de aquí a medio año, gane quien gane de los dos, no quisiera mirarme al espejo diciéndome a mi misma que no hice nada por evitarlo.   

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