A mi vecina María Dolores de la Piedad y
Esperanza no le gusta la margarina ni en fotos "¡Nada que ver con la
mantequilla de auténtica leche animal, como toca!",
dice. Yo me callo pero pienso "seamos sinceras Mari, la leche ya no es lo que era, sino pregúntale a las vacas". Afortunadamente
en el súper venden las dos versiones y cada una cocina y unta las tostadas como
le da la gana. Ambas somos de la misma generación, pero lo único que tenemos en
común es el barrio en el que habitamos. Ella aún recuerda con nostalgia aquella
época en la que reinaba el orden y en la tele solo había dos cadenas. Aún se le
saltan las lágrimas recordando el erróneo adiós a los rombos que
advertían sobre la moralidad del programa que se estaba emitiendo. Ahora la
parrilla televisiva está plagada de canales privados -a la altura de los gustos
más variados- por no hablar de Netflix, HBO y demás plataformas "que
llevan al espectador directamente al camino al pecado y al infierno",
asegura. Ella, por supuesto, solo sigue viendo TVE1 y La2 que, lamentándose,
reconoce: "Ya no son lo que eran". Por suerte, para los demás, la
Caja Boba, ofrece alternativas para que cada uno elija lo que prefiera que le
idiotice según su criterio.
Todo esto viene a cuento, porque desde que ese señor bajito, con bigotitos acordes a su tamaño y con gafas se fue de este mundo, la sociedad española ha evolucionado y ha habido un profundo cambio en la política, la economía y la sociedad, un proceso de transformación y modernización que, según quien gane las elecciones, seguirá su curso o se detendrá. Llegados a este punto me pregunto, por qué si yo puedo comer margarina y Mariángeles su mantequilla, y yo puedo ver Pose mientras ella se deleita con las Misas de La2, y ambas estamos tan felices, sin intentar convencernos, adoctrinarnos ni molestarnos recíprocamente, a María José Carrasco se le negó ese derecho. A ella y al resto de las personas que desde una enfermedad irreversible ya no pueden ni podrán vivir sus vidas con un mínimo de placer o dignidad. Porqué los que no están de acuerdo pretenden que los que pensamos diferentes podamos vivir y morir según nuestros principios, mientras ellos sí lo hacen. ¿Es que España, al igual que el ultramarinos de la esquina o las cadenas de televisión no sigue las normas de la oferta y la demanda? Vive y deja vivir y muere (sin molestar a los demás) de la mejor manera posible. Jamás se me ocurriría forzar a mi Mari a comer margarina.
PD: Mi vecina es imaginaria. Y en este hipermercado de libre
elección, también podríamos incluir el aborto, el matrimonio entre personas del
mismo sexo... Y todas de esas cosas que molestan entre otros, a esa iglesia que
quiere "curar" a los homosexuales cuando en su casa los pederastas
acechan en cualquier rincón.
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