16 marzo 2007

Si yo fuera hombre: "A caballo regalado…"

¿Ser o no ser? He aquí la cuestión. Así lo encontré a Gerardo, sumergido en un mar de dudas sobre el sinsentido de la vida. Lógico, era lunes. La vuelta al trabajo en ocasiones sienta muy mal. Estábamos compartiendo, como todas las mañanas, el primer café. Ojeroso y con cara de no haber perdido el tiempo durmiendo durante el fin de semana me confesó: “Soy un tío fácil, pero... No lo sé…¿Soy un tío fácil?… ¡¡Síiiiiiii, soy un tío fácil!!” Solidario como suelo ser y, restándole importancia al asunto, al tiempo que mojaba un churro en el café dije: “¡Macho, no te comas el tarro! Hay tantos hombres difíciles como tías vírgenes volando y te aseguro, que con mis años de experiencia, aún no he visto ninguna revoloteando por allí arriba.” Gerardo me miró algo desconcertado, sonrió, pagó nuestras consumiciones (por lo que intuí que estaba agradecido por mi sabio comentario) y desapareció. Lo malo no es ser un tío fácil. Lo malo es tener la fama de ser un tío fácil ya que no te permite distinguir si ella, una perfecta y curvilínea desconocida, intenta seducirte en el bar (donde todo el mundo te conoce y sabe que tú eres un tío fácil) porque tú eres irresistible o, sencillamente porque no está por la labor de complicarse la vida, quiere lo que quiere, no tiene grandes pretensiones y sabe que contigo lo tiene chupado. La historia –omitiendo los prolegómenos- transcurrirá más o menos así: Uno entra en el bar. Ella se interpone en tu camino y dice: Ella: -Me han dicho que tú eres un tío fácil ¿Es cierto?. Uno: -Sí. Ella: -¿Vamos? Y tú dices vamos. Así como entrabas en el bar, vuelves a salir. No queda otra alternativa. El tema suena a argumento de película y nos pone. Porque si hay que sincerarse, lo único que casi todos los tíos tenemos en común con especímenes como Brad Pitt o Javier Bardem -para no irnos tan lejos-, son dos ojos, una nariz, una boca, esa cosa tan útil que gusta tanto a las tías (la mía se llama Micaela) y, exagerando las coincidencias, que vamos despeinados por la vida. No hay marcha atrás. Da igual que ese tocinillo del cielo, voluminoso y tentador, te guste o no; que sea más tonta o más lista o incluso, que tú tengas o no tengas ganas de estar con alguien intercambiando sudores. Tus amigos, TODOS tus amigos, te están mirando. No puedes defraudarles. No puedes echar por la borda años y años de consolidar tu envidiado prestigio de tío fácil. Además ¿para qué negarlo? No es tan importante lo que hagas esa noche como lo que contarás a tus coleguis al día siguiente. Que si “ese pedazo de domingas entre las que entraba y se aplastaba toda tu cabeza”, que si “se removía como una cuchara de madera espesando el chocolate caliente”, que “si tenía una lengua tan larga y juguetona como la de “La Máscara” (Jim Carrey) en sus momentos más estelares”, que si “la dejé para el desguace”… Y así, una interminable seguidilla de detalles cachondos y apetitosos, para mantener el tipo y que tu audiencia no deje de babear. Los marrones no cuentan. Ni se te ocurre comentar que en el cajón de su mesita de noche había una producción entera de cajas de condones de todos las marcas, colores, músicas, sabores y formas imaginables. Tampoco mencionas que tras “ese único” kiki ella te sugirió, con nada de diplomacia, que te esfumaras de su cama (“Me gusta dormir sola y, además, mañana tengo que madrugar”) y, menos que menos, que cuando le pediste su teléfono y quisiste darle el tuyo, ella, con los ojos entrecerrados y abrazada con pasión a su almohada, te soltó: “Déjalo, Pepe (cuando tu nombre, es Ricardo), ya nos veremos” Tío, los tiempos han cambiado. Nosotros para ellas, más que tocinillos o bombones, también somos solomillos, chuletones de Ávila o, en el peor de los casos “una ensaladita ligera para picar”. Prosigamos con la sinceridad y reconozcamos que invariablemente, compartiendo cama con un tío fácil siempre habrá una tía fácil… Así que el tema no tiene ningún mérito ni es un agravio… Pero siendo como somos, a sabiendas de que las cosas mientras más difíciles son de conseguir, más se disfrutan, me pregunto: ¿Porqué seremos tan fáciles?

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