Cuando era un
poco más joven, digamos unos 40 años atrás, fumaba porros desde el desayuno,
trabaja como dependienta en una tienda de regalos (de esas en las que solo hay
cosas bonitas que te alegran la vista, y en las que los clientes entran y salen
con una sonrisa) y leía cómics. El Víbora
era uno de mis favoritos y solía meterme tanto en las historietas, que acababa
viendo la vida y a la gente como una extensión de las historias que devoraba. Al
final no tenía claro si las historietas se inspiraban en la realidad o la
realidad en la ficción. No había fronteras, y eso, aunque me desconcertaba, me
daba bastante igual. Yo así vivía feliz, confundida, fumada y en un castillo de
cristal.
Como no había Internet (¡qué tiempos aquellos!) tenías la libertad de no enterarte de lo que no
querías; las noticias llegaban a los periódicos un día tarde y tamizadas cual
un cadáver adecentado para estar radiante en su funeral. Los políticos, entonces,
eran (aparentemente) políticamente correctos (no
vendían su alma por un "like"), mantenían las apariencias de ser personas
serias, sensatas, consecuentes, con ideales, incorruptibles y con alguna ligera
idea sobre lo que había y debía hacerse por el bien del país (en aquella época aún
nos lo podíamos creer). Ahora soy menos joven, no fumo porros (porque ya no me
caben), hace tiempo que me dedico a escribir, no leo cómics (a excepción revistas
del corazón en la pelu) y sigo
viviendo (casi) en un mundo de color de rosa, gracias al pegamento de contacto
que sanea las grietas de la cruda realidad en mi castillo de cristal (pero no siempre lo consigo). Ahora soy
adicta a la actualidad y estoy enganchada, atiborrada, empachada e intoxicada de
información. Y algo que no ha cambiado, la "realidad" me sigue
pareciendo una historieta, pero aún más inconcebible y disparatada que las que
publicaban en "el Víbora" el siglo pasado. Lo extraño es que en las tramas ya no hay buenos, TODOS los
personajes son villanos incapaces de desviar sus miradas, unidireccionales, de
sus respetivos ombligos: los de la derecha, los de la izquierda, los de arriba,
los de abajo y, sobre todo, los rubios oxigenados (no puedo con ellos).
Las
reglas del juego, en esta época de "todo vale" (si te manejas bien en
las redes) brillan por su ausencia.
Pero a diferencia de en los cómics, los
"malos" ya no recurren a disfraces o antifaces, sino que se lanzan a por el bótox que
todo lo puede... Todos caen. Desde mi hemeroteca mental me viene a la cabeza una
mujer icónica en estas lides del caradurismo: María Dolores de Cospedal. Más
que un camino ella materializó todo una red de carreteras en el arte de no
decir nada y justificar lo injustificable sin inmutarse, sin
complejos y
gracias a ese rostro botulínico pétreo/angelical digno de Photoshop que
la
caracterizaba en sus comparecencias. Y, bueno, ha creado escuela.
Su testigo lo
ha
cogido Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Adalid de la
transparencia y enemiga de la corrupción (aunque nadie lo diría), ha
tenido un
pequeño gran fallo, se ha estrenado en el "candelero" con un exceso de filtros
y retoques consumados difíciles de superar. De momento esa "tensión gesticular" le ha valido para obviar, esquivar y tratar de impedir sin
inmutarse
"la prueba del algodón" en algunos presuntos casos de corrupción: chorradas como el caso de Avalmadrid o
para meter a personajes imputados e investigados en su equipo de gobierno. Isa
acaba de
empezar... Digo yo, de mantenerse en su cargo ¿acabará cual un avatar de sí misma
como
tantos otros personajes públicos que no pueden con su bipolaridad
existencial; se
pondrá artesanalmente una media de nylon como hacía Sara Montiel o
mostrará su
verdadero rostro y se retirará a sus aposentos? Lo cierto es que Díaz Ayuso aún no alcanza el rango de villana, y un no
sé qué
me dice que no le darán tiempo de conseguirlo. A simple vista esta mujer parece una
ovejita
disfrazada de loba feroz novata, entronada en el centro de una peligrosa
manada de lobos
sanguinarios. Todas bestias sin escrúpulos, prestas a devorarse las unas a los otras con tal de
acumular
"likes", hincar el colmillo en el poder y alzarse con el título del
Villano Mayor del Reino...
Lo sé, soy un poco menos joven pero me estoy planteando... ¿No debería volver a los porros y los cómics?
PD: la saga
"Villanos" continuará... Da para muuucho.
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